martes, 7 de junio de 2011


CAPÍTULO IV

SI EL NANO LO DICE


Mientras Agustina medita qué hacer con la bendita Casa de Sepelios y Nadia se debate entre vencer su fobia a las alturas, o dejar que Felipe se arroje al vacío, Germán continúa  el recorrido  por la ciudad, arrastrado por los canes como si viajara en trineo.
Ajena a estos acontecimientos,  Amanda da por iniciada la jornada. Algo tarde, pero el rubro así lo amerita.
Paso a explicarles, si hay una tarea insalubre en este planeta, es la de la vender lencería a domicilio. Millas acumuladas (a pie) y pocas satisfacciones.
Amanda se dedica a ello hace años y testaruda como es, piensa saldar sus deudas con corpiños y tangas, caiga quien caiga.
Prepara sus catálogos más hot y decide en su interior que este, puede ser un gran día.  Revisa su agenda y sonríe al confirmar, que le toca visitar a su mejor clienta.
¿Amandita? Ah, cierto que te cité para hoy linda – gorjea la voz aflautada de su clienta, respondiendo por el portero eléctrico –subí querida.
Amanda ingresa al edificio, saludando a la portera con una sonrisa.
- ¿Qué tal Anita?
- Mejor, me daría vergüenza  – responde la noble señora, dejando a un lado las revistas y facturas de Cable – ¿Trajo chucherías nuevas?
- Voy a ver a Silvia, Anita. Cuando termino con ella, le muestro todo lo que traje…
- No creo que tarde mucho en elegir la Silvia – asegura Anita, cómplice – tiene compañía la fulana y créame, con semejante espécimen, yo andaría sin ropa todo el día.
Amanda mira a la flacucha mujer y no sabe si reír, o llorar.
- Gracias por el dato Anita. Hoy es mi día de suerte, capaz que hasta le vendo algo a él.
Y sin más demoras, la vendedora estrella se sumerge en el pequeño ascensor, dispuesta  a hacer la venta de su vida.
- Ah, me olvidé de decirle que el ascensor no anda desde  ayer…y el mecánico,  viene mañana.
Amanda respira hondo y emprende el ascenso por escaleras al octavo piso, pero al llegar al undécimo escalón sólo siente hambre, calambres, bronca..
Y como dice la canción de Serrat: “dale espacio libre a tus instintos”… se sienta y devora un paquete de  papas fritas.
Pasados veinticinco minutos, llena de culpa y colesterol, Amanda  arriba al departamento de Silvia.
Al ver a su clienta en el umbral de la puerta, tiene un mal presentimiento.
-¿Llegué en mal momento?
-Para nada - le asegura Silvia que viste una bata de seda trucha, y masca chicle sin darse un respiro.
Del baño sale una nube de vapor, y el ruido de la ducha abierta. Silvia se acerca, confidente.
-Tengo una bestia salvaje en el baño. Te juro que hacía rato no me hacían sentir… ¿cómo decirte?
Amanda hace una rápida cuenta mental de los meses que lleva sin tener sexo, y siente ganas de salir corriendo. Pero la necesidad tiene cara de hereje, así que sonríe y completa la frase de Silvia.
-¿Una mujer de verdad? ¿Eso querés decir?
-Iba a decir que una yegua…pero no, queda mucho más fino como lo dijiste vos.
Y sin más preámbulos, vacía el bolso de Amanda, separa la lencería de colores fuertes y aparta con un gesto de “asquito”, todo lo estampado al estilo “leopardo”.
-Al quía le encantan los colores alegres… ¿Me hacés rebaja por llevar más de tres?
-¿No vas a sugerirle al galán que te las pague?
-¿Estás loca? A esta divinura no puedo cobrarle. ¡Sería capaz de pagarle yo!
Silvia se ríe a carcajadas y Amanda intenta continuar la conversación, disimulando las náuseas.
-Lo que es increíble – cuenta Silvia bajando la voz – es la mala suerte quetuvo con las minas que se casó. La primera era frígida, y la segunda…se fugó con la pedicura.
-¿No será un versero Sil?
De pronto la conversación es interrumpida por una voz masculina que entona seductor.
-“Dame fuego…dame dame fuego”-
La sonrisa de Amanda se congela. Esa voz  no sólo le hace recordar a Sandro de América, sino…a la de su ex marido.
Se levanta, recoge algunas prendas y sin explicaciones, corre hacia la salida.
Pero por razones que sólo el destino conoce, la puerta del baño se abre de golpe y un musculoso y simpático Félix, se asoma envuelto  en una toallita de manos.
- ¡Acá estoy mi reina, listo para el tercer round!
A Silvia le divierte la situación y lo encara irónica.
- Félix, querido tapate las partes ¿No ves que tengo visitas?
Ante la sorpresa, Félix manotea una bata vieja de Silvia y se tapa con ella. Amanda furiosa, sale llorando.
Y otra vez la maldita escalera, el maldito Félix. La historia y la humillación que se repite. Sigue taconeando y preguntándose por qué no le hizo caso a su abuela Cata, y lo castró la primera vez que le fue infiel… Total, con alegar emoción violenta, zafaba.
Le faltan dos pisos y escucha tras ella un chancleteo veloz y el vozarrón de Félix implorando que no se vaya.
-Amandita, no es lo que parece mi amor.
Amandita para de golpe y decide “tomar el toro por las astas”. Espera en un descanso y apenas asoma su ex, lo estrella contra la pared.
-Decime degenerado ¿no podés aguantar dos días sin sexo? ¡Pensar que cuando estabas conmigo sufrías de disfunción eréctil!
-Mi vida no grites…no tiene por qué enterarse todo el vecindario - le insta el ex sonrojándose.
-¡Me callo si se me canta! ¿O es que también en este piso tenés una amante? ¿A ella también le hiciste el verso de que soy frígida? ¿O soy la lesbiana imaginaria?
Para completar el momento dramático, Amanda le aplica una  patada voladora en los genitales, llevando a Félix a un éxtasis…pero de dolor.
-A mí me duele más desgraciado. Sos una porquería, anoche me trajiste flores, me juraste que ibas a cambiar. Me repetiste que adorabas mi piel, mi pelo, mi guisito carrero…
Y la dama engañada, pasa de la furia al llanto. Algo aturdido, Félix se acerca, la abraza y acaricia el cabello.
-Lo que pasa mamita es que uno tiene su encanto. Además anoche te hiciste la estrecha y yo…yo soy hombre, che. Los hombres necesitamos sexo…
Amanda se separa suavemente de él. Revuelve dentro del bolso de ropa y saca una tanga “aleopardada”. Con un solo movimiento se la pone de sombrero a su ex.
-Pensaba usarla mañana, para sorprenderte. Te la dejo para que te hagas el bocho. ¡Idiota!
Y continúa el descenso, taconeando; enojada con Félix, con la vida y con el mismísimo Nano porque hoy, ni por asomo, “puede ser un gran día”.



JUEVES 5 DE MAYO DE 2011




CAPÍTULO V

S.O.S  "¡PAREN EL MUNDO ME QUIERO BAJAR!"


Desolada Amanda, se sienta en el cordón de la vereda.
Recordar a Félix con su virilidad a pleno en el departamento de su clienta, se le vuelve insoportable.
-¡Sé positiva Amanda! – repite en voz alta -  ¡Mejor descubrirlo ahora que más adelante! Nada de llorar por un idiota... Querete Amanda, ¡querete!
Siente que va a explotar y marca de prisa un número en su celular.
- ¡Gracias a Dios Agustina que te encuen..! ¡Pará Agus, despacio que se te va disparar la presión mujer!... ¿Happy End? ¿Es un bar o…?
Amanda no puede evitar la risa al escuchar la respuesta de su amiga. Del llanto a la risa,  con el rimmel chorreando por sus mejillas, Amanda descubre que quienes pasan a su lado la miran recelosos. Especialmente una mujer entrada en las cuatro décadas y su anciano acompañante.
- La gente está cada día peor – asegura la señora paseando  a su mascota que parece salida de una película de terror – en el parque se armó un escándalo entre un  paseador de perros y don Tito, en la otra cuadra está el loco suicida y acá, mirá…- agrega en voz baja, señalando con un gesto de desprecio a Amanda.
El viejito asiente aburrido y la infernal mascota, le muestra a Amanda los cuatro dientes  que aún conserva.
Asustada, detiene un taxi que luce una  puerta desvencijada y cuyo chofer, visiblemente malhumorado le pregunta:
¿Usted no es psicóloga, no?
Y mientras el taxista le cuenta a Amanda sobre la pasajera desquiciada, el suicida enamorado y la puerta destartalada, a pocas cuadras Nadia se abre paso entre la gente, con dificultad.
Griselda  la reconoce y corre hacia ella, para abrazarla.
- ¡Ahí las tienen! ¡Las dos arpías en contra mía! – grita Felipe al verlas.
Su ex enfurecida,  le arrebata el altavoz  al policía.
- ¡Pero por qué no te tirás de una vez y te dejás de j...!
Nadia le saca  el megáfono y se lo devuelve al uniformado que las mira absorto, deseando estar en el lugar de su compañero (¡Sí…en la cornisa, lejos de las dos féminas!)
- ¡Así no Griselda, por favor!
- ¡Griselda yo te quiero y por culpa de ella estamos separados! – es la respuesta del agotado ex marido.
Griselda vuelve a quitarle el megáfono al paciente policía.
- ¡A ver si usás la neurona que te queda Felipe! La culpa es nuestra ¿entendés? ¡Sólo nuestra!
- Voy a subir para hablar con él -  susurra Nadia - Por favor Griselda, tratalo bien.
-¡Genial, primero me decís que no le afloje y después tengo que complacerlo!
Entretanto Nadia y Griselda discuten,  uno de los movileros le hace señas a su camarógrafo, para que las grabe.
Por solidaridad, hasta que lo convenza – implora la joven psicóloga - No vas a dañar tu autoestima Griselda por ceder un poco.
Las interrumpe el camillero, que llega con un bigotito irregular de salsa de tomate, una pizza grande  y una gaseosa de litro y medio.
- Señora, se acaba el tiempo. Debemos proceder ¿sube o no sube? – apura el agente secándose el sudor de la frente.
Nadia asiente. Ante una seña del policía, el  joven le entrega la pizza y la bebida.
Dele doc  que se enfrían de nada – le aconseja el camillero.
Nadia vuelve a preguntarse qué planeta mal alineado la obliga a vivir sucesos como ese, pero recupera el sentido común y  se enfoca en cumplir su cometido.
Mientras tanto el uniformado que acompaña al desconsolado ex, le muestra una foto de sus hijos.
Yo también soy divorciado - le cuenta emocionado – extraño a los bepis.
Nosotros no tuvimos hijos. Ella nunca quiso. Me cree  un perdedor.
- A mí me parece que acá la fracasada es ella Felipe. Usted es un gran tipo – asegura su compañero de cornisa, mientras le palmea el hombro –
- No vale la pena jugársela por una histérica. Piense que más de una  querría estar con usted…
Felipe lo mira directo a los ojos, y agrega con un tono dramático.
- Siete minas por cada macho…sí.. A mí seguro me toca la fallada, sin garantía.
-  ¡Pero hombre, usted no se quiere nada! ¿No probó hacer terapia de grupo? Mire que a mí…
Y así continúa en las alturas, la charla masculina. Griselda y el policía intentan que el altavoz funcione y Nadia, sube corriendo por las escaleras con la mozzarella chorreando y con su fobia a los ascensores que aún, no le confesó a nadie.
Las cámaras están atentas al desenlace de este drama. (En realidad es uno de esos días en que no pasa nada escalofriante, o lo suficientemente escandaloso como para captar la atención del público, así que esta historia, les cae como anillo al dedo)
Llegada a la ventana que la comunica con Felipe, Nadia asoma primero la pizza y la bebida en señal de tregua.
- Soy  Nadia Felipe. ¿Podemos hablar?
- ¡Venga acá si quiere hablar conmigo! – le responde el damnificado, ofendido.
El policía que lo acompaña, se levanta  haciendo  malabares y al acercarse a  la ventana y  ver la palidez de la psicóloga, se da cuenta que las cosas van a complicarse aún más.
- ¿Se siente bien?- pregunta compasivo – Tiene que hablar con él por favor. Ya no sé cómo contenerlo.
- Sí…claro – tartamudea Nadia, paralizada.
¿Y? ¿Viene o viene, licenciada? – la increpa Felipe con la voz quebrada, parándose cerca del borde y abriendo sus brazos.
¡Dios mío, se va a tirar! – grita el policía, abandonando la ventana para salvar a Felipe.
Algo la impulsa a salir al exterior. Tal vez la culpa, tal vez los gritos de la gente rogando que salven a Felipe, no le queda muy en claro pero en cuestión de segundos Nadia se encuentra en la cornisa, entre el ex de su paciente… y el policía.
A Felipe lo sorprende verla allí tan frágil, temblando y abrazándolo como si fueran amigos.
Se funden en una mirada extraña, la licenciada percibe que todo da vueltas a su alrededor y pierde el sentido en el momento y lugar más inoportunos (No es su costumbre pero en fin, nadie es perfecto)
La despierta el impacto de la caída y las manos  húmedas de Felipe zamarreándola, para que reaccione.
Licenciada, despierte. ¿También acá me va a sacar protagonismo?
Nadia se recobra en una red, que extendida oportunamente por un grupo de bomberos la contienen a ella, y al ex de Griselda.
La felicidad que la embarga por estar vivos, la lleva a abrazar y besar a Felipe de manera insistente e inapropiada…al menos así lo interpreta Griselda que se acerca para abofetear a Felipe y pelearse con su psicóloga, como en un ring de boxeo.
Como fondo musical, desde la radio de la ambulancia las acompaña Palito Ortega con el tema:
"Viva la vida, viva la vida, 
viva la vida viva el amor
Viva la vida y las mujeres
que en este mundo son lo mejor"