sábado, 17 de septiembre de 2011





PRÓLOGO DE
 ¡REÍTE QUE ES GRATIS!


Vuelve el humor blanco.

Prologar un libro de humor no es algo que se haga todos los días. Porque libros de humor, a excepción del género de chistes, no abundan. Ni se publican todos los días.
Y encontrar textos de humor fino, blanco, sencillo pero inteligente y sobretodo muy reconocible para todo el mundo, es menos común que encontrar una suegra con buena onda.
Reconocedora y heredera de los grandes humoristas de este país, Aguiló trabaja en la línea de Juan Carlos Mesa, quien creaba personajes entrañables y disparatados.
Pero también abreva en las creaciones de los arquetipos: el chanta porteño, la madre sobreprotectora, la jefa ambiciosa, el hijo bobalicón, el marido engañado.
Todos personajes que se engarzan en lo más tradicional del humor argentino.
Entre las páginas de Aguiló se reconoce a Olinda Bozán, a Nini, a Minguito, a Fidel Pintos, a Pepe Iglesias, a Tato Bores, a Pepe Biondi, a Juan Verdaguer, a Luis Sandrini, a Ricardo Espalter, a Alberto Olmedo, a Florencia Peña, a Guillermo Francella, a La Banda de la Risa y desde todos ellos a la cantidad de autores que pensaron para esos inmensos actores.

¿Quien está detrás de una situación graciosa? Un autor que la piensa, la revienta, la descarta, la vuelve a desarrollar, la prueba y finalmente, la elige. Todos recordamos a los actores por los años de los años, pero poco es el público que guarda en su memoria a los autores que diseñaron con cincel y con sensibilidad un personaje memorable.

En este libro, nace una autora que está capacitada para desarrollar personajes con el fin de que queden en la memoria popular. Sería ideal que encontrara un lugar más allá de este libro, que esperemos sea el primero de una serie de historias graciosas.

La comicidad necesitaba volver con alegría. Y este libro es alegre.

                                                                  MARCELO CAMAÑO



domingo, 14 de agosto de 2011

¡REÍTE QUE ES GRATIS! // Mi nuevo Libro







http://www.youtube.com/watch?v=i7z82wvUVeQ&noredirect=





A continuación, una versión ilustrada ¡genial! de Santiago Erausquin


EN EL MAGAZINE. "QUE LE SEA LEVE"



EN EL MAGAZINE "DE UNA"










sábado, 30 de julio de 2011

PÓKER DE REINAS

CAPÍTULO I

“AGUSTINA Y LA CAJA DE PANDORA”

La vida está llena de sorpresas, de eso no cabe duda, y que a veces te superan, tampoco.
Eso pensó Agustina ese día de abril  cuando…
Mejor léanlo, de su puño y letra:

-“Me llamo Agustina Echeverri Paz y tengo 60 y tantos años.
Aparentemente enviudé hace unos días de un perfecto extraño con el que estuve casada treinta y algo y el resto, me abandonó por una bailarina de veinticinco…veinticinco años menos.
Mientras mi hija Fernanda llora a mi lado ruidosamente y mi yerno se refriega las manos como si estuviera a punto de cobrar la herencia de la reina de Inglaterra, yo sólo pienso en viajar a España  y abrazar a mi nieto Gabriel.
Créanme que le pongo buena voluntad y onda al asunto, pero me cuesta mucho creer que de esta pareja de delincuentes que se lamentan a mi lado (ya que odiaban al difunto en vida) haya salido una criatura tan increíble como Gabriel. Y no estoy chocheando. Sé que van a entenderme, a medida que conozcan nuestra historia.
Fui convocada a este estudio por el abogado de mi ex, su contador y un escribano de apellido indescifrable. O sea, no tuve escapatoria.
Un hombrecito con incipiente calvicie y un traje impecable, está a punto de leer el testamento y a unas sillas de distancia, llora sin arrugarse, la viuda “legítima” junto a un niñito de seis años que no deja de sacarse los mocos y masticar chicle.
Ustedes pensarán que no tengo corazón pero no es así, simplemente estoy donde no quisiera estar y eso a mi edad, se torna insoportable.
No espero ni necesito el dinero de mi ex. Heredé propiedades de mis padres, siempre fui una mujer emprendedora,  he trabajado las últimas décadas, y en el momento que decido jubilarme del trabajo y de las relaciones insanas (lo cual incluye parte de mi familia) se le ocurre a mi ex partir a la eternidad, luego de un escándalo en un albergue transitorio, publicado en todos los diarios del país.
Quiero aclarar en su descargo, que estaba con su  segunda mujer, festejando otro aniversario de bodas.
No tengo idea sí quiso hacerse el Tarzán o  Julio Bocca por un rato, pero se patinó en el jacuzzi, y le dio un infarto.
La afligida esposa, en  lugar de llamar al 911 o a la recepción, se comunicó primero con la redacción de una revista de chismes, y en menos de lo que canta un gallo estacionaron en la entrada, cuatro paparazzis, la policía, dos movileros (o al menos eso parecían) y una ambulancia.
Triste final para Juan, un  empresario exitoso.
Ella consiguió sus quince minutos de fama y él, una foto en primera plana despatarrado y con el peluquín flotando en el mortal jacuzzi.
-Bien…siendo las 10 horas, y estando las partes interesadas presentes, damos comienzo a la lectura del testamento- dice el hombrecito con  una voz que no parece salir de sus cuerdas vocales.
A la viuda joven le dejó la casa-quinta de Tortuguitas, el piso en Las Cañitas, los cuatro departamentos distribuidos por el centro, la casa de veraneo en Uruguay, las joyas de su madre, de la abuela y una suma importante para que el nene, que ahora se dedica a patearle la silla al letrado, pueda estudiar en Harvard y ser un gran profesional, o dedicarse a no hacer nada por el resto de sus días.
Creo que lo mejor en estas situaciones, es poner la mente en blanco, pero el pequeño engendro descubre un sillón de cuero carísimo e impecable, y se encamina hacia él para practicar saltos ornamentales emitiendo un rosario de malas palabras, que bien recuerdo, eran las preferidas de mi ex.
Estoy a punto de estallar de la risa, pero al ver como se le hincha la vena del cuello a mi hija, prefiero mantener mi cara de póker.
La joven e inexperta madre del pequeño monstruo,  intenta calmarlo. Lamentablemente, sólo logra avivar la llama.
Parece una escena de comedia italiana. Gritos, amenazas, nosotros paralizados, una secretaria que ingresa con dos agentes de seguridad por causa del alboroto. (Falta que entre la nona y sirva los fideos)
-Señora, si no pone orden, va a tener que retirarse con su hijo incluido- logra articular más tranquilo el hombrecito.
Arreglándose el cabello, mi competencia contesta con una pregunta
-¿Dónde firmo?
Luego de garabatear unas formas, la joven dama se retira sin dedicarnos siquiera una mirada. El hijito sí, nos saca la lengua y a mi hija le escupe estas frases memorables:
-¡Vos no podés ser mi hermana! Sos vieja y tenés bigote. ¿Sos travesti vos?
Mi yerno la detiene cuando ella se apodera de un abrecartas, para ejecutar al infante.
La secretaria nos ofrece algo fuerte y a los cinco minutos, nos trae un té de tilo a cada uno.
-¿Podemos terminar de una vez,  por favor? – ruega mi hija que se ve realmente abatida.
El abogado prosigue sin prisa.
-A su primogénita, el fallecido le deja su colección de relojes cucú, y la casita en la isla del Tigre.
-Me está jodiendo – brota de la garganta de mi hija - ¿Para qué queremos esos relojes infernales? ¿Y la casita? ¡Cuatro chapas en la última isla que se inunda aunque no haya agua!
-Tranquila mi amor. Los vendemos por Internet – le susurra su marido.
-¡Vos no sos más imbécil porque no te entrenás!
-Bueno – se me ocurre intervenir - tampoco es para tanto. Sabíamos que tu padre era una especie de vampiro carismático.
El notario me mira confundido.
-Sin alma buen hombre, un tipo sin alma y con la imperiosa necesidad de sentirse eternamente joven e imprescindible.
-Una porquería de padre…No sé cómo pudiste bancarlo tantos años.
-Hija ¿qué puedo decirte? …yo era una tarada.
El hombrecito tose algo aburrido a estas alturas y prosigue con la lectura:
-¨Y en manos de  mi amantísima primera esposa, dejo  uno de mis últimos emprendimientos: HAPPY END.
Sé que con sus dotes de comerciante, buena administradora y mejor negociadora, lo convertirá en el lugar más requerido por la gente de  alto poder adquisitivo, y exquisito gusto.
Cuenta ya con personal especializado pero si no estás de acuerdo, podés prescindir de ellos sin culpa (trabajan en negro).
Perdón por no haber sido el mejor marido, ni el mejor padre.
Le dejo a mi nieto Gabriel, la misma suma que a mi hijo menor, al que seguramente conocerás en alguna oportunidad…
Los ojos de mi hija y de mi yerno se abren cual platos hondos y no puedo expresar la sonrisa macabra que se dibuja en sus caras.
No pasa desapercibido este cambio de actitud para el hombrecito, que tras aclarar su voz, pronuncia las mortales palabras:
-…dinero que por supuesto, será administrado por vos Agustina, hasta que Gabriel cumpla los 21 años de edad y si pasaras a mejor vida antes, lo administrará mi abogado…el dinero no caerá en manos  de sus padres, que para este momento ya habrán ideado como convertir en moneda extranjera lo que les dejé.
Y aclarale a nuestra primogénita, que la casita del Tigre está remodelada…y ahora, tiene el baño adentro¨.
A estas alturas no puedo aguantar la risa. Hasta muerto, se burla de todo el mundo el desgraciado. Eso sí, hay que reconocerle que tiene estilo para arruinarle la vida a más de uno.
-¡Mamá! ¿No vas a decir nada? – vocifera mi hija indignada
-Sí hija. El emprendimiento famoso que me dejó este crápula… ¿cómo se llama?
-“Happy End”, señora – reitera el hombrecito, mientras me acerca unos papeles para firmar.
-Dejeme adivinar. ¿Es un bar? ¿Un spa?
-Debe ser un cabaret – arriesga despectivo mi yerno.
-¡Es una respetable casa de velatorios señores! – aclara espantado el escribano -  ¡Una casa de velatorios y sepelios muy VIP!
 De repente se me van  las ganas de reír.  Seguro que el degenerado se está divirtiendo como loco, desde el mismo infierno.
Por mi parte juro, que hubiera preferido administrar un cabaret.
En fin, que en paz descanse…
(Entre nosotros: ¡Me pregunto si no será mejor venderlo por Internet!)”

                           AGUSTINA

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CAPÍTULO II

“EL TRABAJO, ES SALUD”



Tipo copado y dispuesto a ayudar a los amigos, ese es Germán.
Sin embargo este, no parece ser su año.
La empresa para la que trabajaba quebró, huyó y a los dueños no los agarraron, así que no vio ni un peso de la indemnización.
Decidió entonces reflotar los títulos que guardaba en una vieja caja, en el  fondo del placard,  y rehizo su currículum.
Mando mails, colocó cartelitos en la panadería, el taller y el autoservicio de unos amigos chinos.
En espera de buenas nuevas, a los  siete días llamó a sus amigos.
A los veinte días, a sus enemigos por lo mismo; hasta que empezaron a “llover” las changas.
La de hoy es la tercera y él, ruega que dure mucho, mucho tiempo.
Hoy inicia su ascendente carrera como paseador de perros y ya ha recogido a cuatro: una Yorkie que luce un moño color fucsia, digno de un concurso de mal gusto, un Terranova muy revoltoso, un Pug igualito al compañero de “Los Hombres de Negro” pero sin poderes extras, y un Afgano que ajeno a las banalidades de la gran ciudad, abstraído (o drogado, vaya uno a saber) mece su cabellera al viento, como si lo estuvieran filmando para una publicidad de acondicionador  capilar.
Germán intenta mostrar autoridad, tal como le enseñó su vecino el veterinario pero hasta ahora ninguno de los cuatro, se da por enterado.
Al llegar a un pintoresco e impresionante edificio, se detiene a corroborar el piso, mas ya lo están esperando: un simpático cachorro Labrador y la mucama de la casa (de una fealdad sin límites)  que al ver a Germán, reacomoda sus 100 – 60 - 90  y le dice con voz sexy:
Hola. ¿Sos el nuevo paseador? Yo soy Carmen, la mucama del octavo y él es  la mascotita del señor, se llama Aníbal. ¿Querés subir y tomar algo bombón?
Germán se siente un idiota. El malestar se acrecienta, cuando ve al encargado muerto de risa esconderse tras una gamuza demasiado limpia, para esa hora de la mañana.
En un descuido el Labrador se suelta para jugar con el Terranova  y éste, se derrumba sobre el Pug que entra en pánico y en paro respiratorio. Al Afgano se le desorbitan los ojos del susto y la Yorkie, juega con el espantoso moño fucsia que se le ha desatado con el viento.
- Me parece que dejé la leche en fuego – dice Carmencita mientras retira sus 100 - 60 - 90 al interior del pallier.
Finalmente Germán,  logra controlar a las fieras.
- ¡Gracias por la ayuda, eh!- le grita al encargado que se hace el distraído, mientras frota unos bronces.
- ¿Me hablaba a mí? – pronuncia el cuasi-portero, irónico.
Germán está a punto de golpearlo, sin embargo lo piensa mejor y decide proseguir, para conservar el trabajo.
El encargado acaricia al Labrador que de pura emoción, le pilla una pierna. Y Germán siente que la balanza de la justicia, comienza a inclinarse a su favor.
Más calmo el flamante paseador, decide recompensar a las bestias caninas internándose en el parque donde el aire es más puro, y él puede sentarse  dos minutos, a devorar su sándwich de salame y queso.
Resuelto a tomarse ese pequeño recreo, evalúa dónde sentarse evadiendo tanto  los rastros  de palomas,  como a las parejas que sin pudor alguno, se abrazan cual pulpos.
Germán siente que va a deprimirse otra vez, cuando los ladridos histéricos de un viejo pequinés lo vuelven a su realidad laboral.
Un hombre de avanzada edad lo mira con desprecio, enarcando sus canosas y pobladas cejas, que transforman  su rostro en una pesadilla diurna.
Los antes tranquilos canes, perciben al igual que Germán, que algo apocalíptico se avecina con la presencia de este señor y su diabólica mascota, así que inician un concierto de lastimosos e incontrolables ladridos.
-¿Para qué los saca, si no los puede controlar? ¿Eh? ¿Eh?- sentencia el  antipático nono.
-¿Me está cargando? – contesta Germán enceguecido- ¡el incontrolable es el engendro de su perro!
-¡No se meta con mi Ulises mocoso!  ¡Es un pura raza, ha ganado muchas medallas, es muy sensi...!
Los dos hombres se quedan sin palabras. El sensible pura raza de Ulises, festeja la primavera con la Yorkie, que ahora ha perdido su moño fucsia, su dignidad y seguramente algo más.
El Labrador y su nuevo amigo el Afgano, comparten de un tarascón  el  sándwich que asoma de la mochila de Germán, mientras el  Terranova vuelve a desmoronarse sobre el Pug, que cambia a pasos agigantados de color.
-¡Haga algo mocoso! ¡Haga algo! – vocifera el hombre mayor mientras tironea a Ulises que cual Casanova, no deja libre a su presa.
Germán lo ignora, su prioridad es salvar al Pug, que muestra signos certeros de ahogo. 
Aburrido de tantos gritos y ladridos, el Afgano decide averiguar qué se esconde dentro de un colorido tacho de basura. El Terranova más perezoso, completa su almuerzo mordiendo un par de zapatillas que hurta de la mochila de su cuidador.
Germán se debate entre hacerle respiración boca a boca al Pug, o escapar a algún país limítrofe y dedicarse a vender artesanías.
Afortunadamente el Pug  se recupera y la Yorkie es liberada, aunque camina algo mareada.
El paseador inexperto recupera el control de los animales.
Bueno, casi…ya que el Afgano regresa con el hocico embadurnado con restos de comida y Aníbal, el Labrador,  vomita los cordones de sus zapatillas. Como broche de oro, el dulce Terranova intenta jugar con el hombre mayor, lo tira al suelo y se echa encima.
¡Haga algo mocoso! ¡Haga algo! – repite con voz finita y ahogada el anciano.
Mientras tironea otra vez del juguetón Terranova, Germán se da vuelta y ve alejarse al travieso pequinés, tras una bóxer tricolor.
Piensa en la suerte de ser un perro y poder hacer lo que le plazca sin rendirle cuentas a nadie, sin advertir  que un policía se ha parado a su lado y observa al “indefenso” anciano, que a pesar de la incómoda posición, levanta un flaco índice acusador  y lo señala como  único responsable.
A pocos metros, una señora abre las cortinas de su puestito de comida, del cual emana un delicioso aroma. Y como el hambre no conoce de horarios ni protocolos, los cinco canes salen disparados hacia el lugar.


Germán los ve alejarse impotente, mientras evalúa si dedicarse a vender artesanías, o trabajar como striper.



domingo, 17 de julio de 2011

PÓKER DE REINAS


CAPÍTULO III

NO HABRÁ NADIA COMO TÚ, NO HABRÁ NINGUNA
(Gracias al cielo)

A pocas cuadras de allí, en la cornisa de un  moderno edificio, un hombre entrado en los cuarenta demacrado y algo panzón, amenaza con suicidarse. Responde al nombre de Felipe.
A medida que pasan los minutos se reúne más y más gente, esperando un dramático desenlace.
Se abren paso los infaltables móviles periodísticos, una ambulancia y la  policía, para completar la sombría escena.
Uno de los uniformados se comunica a través de un megáfono, que emite ruidos extraños constantes y molestos.
- ¡Quiero ver a mi mujer!- grita Felipe desesperado.
- Mantenga la calma señor- contesta el policía – Díganos su nombre  y dónde podemos encontrarla.
A los oídos de Felipe llega la versión abreviada por los defectos del megáfono, por la que sólo atina a vociferar:
- ¡Soy Felipe el enamorado! ¡Díganle que la amo, que no puedo vivir sin ella!
El camillero desciende de la ambulancia desperezándose y  se ubica a centímetros de un camarógrafo malhumorado y un reportero, que a punto de salir en directo, se acomoda histérico el cabello.
Cercanas a ellos, tres mujeres mayores observan la escena con cara de “qué tragedia”.
- No somos nada - declara la más alta.
- ¿Y si rompe las baldosas cuando se estrella? ¡Sería una lástima! Las cambiaron hace un mes.- reflexiona la señora teñida de un color indefinido.
- ¡Qué divino! Un hombre realmente enamorado - suspira la tercera en cuestión – Lástima que me espera la peluquera sino, me quedaba. ¡Chicas, las veo después en el Bingo!
Y quedan solitas las dos abuelitas, sin saber qué agregar.
A pasos nomás, el médico abandona la ambulancia para estirar un poco las piernas, y fumar un cigarrillo.
Después de deshacerse del curioso entrometido, el camarógrafo le da indicaciones (por señas) a su compañero,  para iniciar el reportaje:
Nos encontramos en el barrio de Caballito, viviendo esta historia de amor y desesperación. La policía no escatima esfuerzos para esclarecer este caso… Este hombre, cuya identidad aún no ha sido revelada…
- Se llama Felipe, señor periodista. Lo gritó recién… – corrige la abuela más alta.
El movilero  se pone nervioso y comienza a transpirar. Le hace gestos al compañero para que corte, y encara a la anciana.
- Digame señora ¿no le tiene que preparar la comida a su marido?
- Joven, soy viuda hace 23 años.
- ¿Y no tiene un perro o un gato al que alimentar?
- A mí la señora no me molesta- interviene el camarógrafo, disfrutando del incidente.
. Todos los periodistas son iguales - agrega el doctor, mientras echa una larga bocanada de humo cerca del reportero, que empieza a toser desesperado.
La abuela de la cabellera colorida le convida una pastilla.
- Tome joven. Son de miel y menta.
El periodista le agradece con un gesto y mastica la pastilla que ayudada por otro acceso de tos, le provoca un desagradable atragantamiento.
El médico mira molesto la hora y no le lleva el apunte  pero sin dudarlo, la abuela más alta lo auxilia aplicando el conocido abrazo de oso por la espalda, acompañado  por una fuerte presión en el epigastrio… (bueh, en la región del abdomen que se extiende desde el diafragma hasta el séptimo u octavo espacio intercostal)
La cuestión es que de la fuerza o del susto el reportero, expulsa la pastilla y se desmaya en brazos de su salvadora.
Ajeno a todo, Felipe ruega por la presencia de su mujer, a quien no puede olvidar…
Sin esperar que el  movilero se recupere, el camarógrafo hace un primer plano del policía que lucha para hacer funcionar el megáfono.

- ¡A ver usted, el de la cornisa!- le grita a Felipe.
Felipe se asusta cuando pasa cerca de él una paloma, y trastabilla.
Varios vecinos gritan de horror. 
-Loco, sordo y salame- comenta el camillero, entretanto enciende un cigarrillo y una paloma le deja un regalito en el hombro.
Un policía cincuentón y en estado atlético, ingresa mientras tanto al edificio.
- ¡Felipe, no haga locuras! ¿Cómo se llama su mujer? ¿Quiere que…?
Las últimas palabras quedan atragantadas en el megáfono pero bastan las primeras para  hacer reaccionar a Felipe.
- ¡Llamen a Griselda oficial! ¡Y a la otra!... ¡Sí! ¡A la otra también!   
Al camillero se le cae el cigarrillo de la boca.
- ¡Fá! ¿Será lesbiana la mina?
-¿Y qué te importa a vos?- le grita el médico - En diez minutos se termina mi guardia y este infeliz no se decide a tirarse todavía.
- Si no se callan, los meto en el patrullero - amenaza el policía, revoleando el megáfono.
El segundo uniformado se acerca de a poco a Felipe, haciendo malabares en la cornisa.
- ¡Traigan a mi mujer, y a la desgraciada que le llenó la cabeza para que me abandone! - sigue gritando Felipe, sin reparar en él.
Ya a su lado, el policía le pregunta:
- ¿Quiere que venga su suegra?
Felipe lo mira sorprendido.
- ¿Qué suegra? ¡Quiero que llamen a la psicóloga de mi mujer!

Mientras tanto, sin sospechar siquiera qué le depara ese día, Nadia está en su semipiso de  Belgrano cambiando por cuarta vez sus zapatos que ahora sí,  combinan con su  trajecito impecable  y por supuesto, con su cartera.
Logrado el cometido, revisa obsesiva su maquillaje y su peinado…además de sus mensajes telefónicos.
Licenciada recuerde que hoy tiene una cita con la señora Griselda Pena y  el  ex marido – se oye la dulce voz de Katrina, su secretaria – Y a última hora canceló el diputado Colombethi. Surgió una reunión urgente con el Ejecutivo. Nos vemos después.
Mientras  garabatea algo en su agenda, Nadia se sirve un café. Está tibio, por lo que recurre al microondas que de pronto,  se “declara” en cortocircuito.
Logra desenchufarlo pero se vuelca el café encima.
Y por supuesto…suena el teléfono.
- ¿Quién car...? -  Es la triste frase que surge de la enfadada licenciada, Nadia Fernández  Espíndolas.
Luego de escuchar unos segundos horrorizada la noticia, logra decir:
¿Justo hoy se le ocurre matarse? ¡Dígale que espere! ¡Y aclárele que esta sesión, le va a salir el doble!
Y como  quien no quiere la cosa, la licenciada corta la comunicación no sin antes darse cuenta que su cocina  al igual que su ropa, están impregnados de un espantoso olor a cable quemado.
-Y ahora ¿qué otra sorpresa me depara este jodido día?
Un hombre con uniforme anaranjado, se balancea en un andamio mientras limpia su ventanal y le sonríe como un idiota. Nadia recuerda de pronto el aviso que le hiciera  el encargado el día anterior, sobre la
limpieza de vidrios y paredes del edificio.
Por la expresión del trabajador, advierte que hace rato que la está observando así que le muestra su dedo mayor y lo insulta en arameo.
Él le saca una foto con el celular, y baja rápidamente para limpiar el piso siguiente.
Suena otra vez el teléfono y sin dudarlo, Nadia lo guarda dentro del microondas y sale tarareando una canción de protesta.
En ese mismísimo momento, se presenta en el lugar del hecho la ex de Felipe, vestida con ceñida pollera roja y un top haciendo juego. 
El malhumor, le sale por los poros y la boca. Uno de los policías le entrega el megáfono.
- ¡Qué modernos! – comenta con desprecio
 - ¡Y vos Felipe! ¿por  qué no bajás infeliz,  y dejás de llamar la atención? – agrega  con su boquita carmín - ¿Te creés el ombligo del mundo, vos?
La gente a su alrededor, no sale del asombro. El agente le quita el megáfono.
- Señora su marido no puede pensar claramen…
- Ex marido, oficial… Ex - interrumpe la mujer.
Felipe divisa a  Griselda y canta  a los gritos “Están lloviendo estrellas” el tema de Cristian Castro. Desafina horrores. Canta sostenido…canta, y espanta.
Griselda observa con ojos desorbitados a quienes tiene cerca, especialmente al policía.
- ¿Ahora entiende porque lo dejé? No vive, ni deja vivir.
Varios vecinos le chiflan al pobre Felipe.
- ¿Por qué no lo duermen con un dardo? - grita uno de ellos.
- ¿No ve que el pobre está enamorado? – lo reta una joven embarazada.
¡Ma qué enamorado! ¡Es un flor de tarado!
- ¡Che! La única que insulta a mi ex marido soy yo, eh – lo enfrenta Griselda, con los brazos apoyados en la cintura, en pie de guerra.
Los chiflidos aumentan y Felipe se acerca más al borde. El policía que está a su lado teme que se arroje, así que para distraerlo, entona el estribillo del tema y lo anima a cantar juntos.
Si se pusieran de acuerdo para desafinar, seguro que no les saldría tan bien pero eso no importa, el objetivo se ha logrado. 
Felipe y el agente se balancean en la cornisa cantándole al amor.
Entretanto en planta baja, irrumpe otra ambulancia.
Abran paso, llegó la forense- se escucha clarito.
Pero  no se murió nadie todavía – se espanta una vecina.
Si siguen cantando esos dos, seguro vamos a morir varios - le contesta un portero.
El comentario provoca la risa de los presentes y algunos aplausos. Los hombres que se encuentran en la cornisa, creen que se los dedican a ellos y complacidos, cantan una de Manzanero a los gritos justo cuando pasa Germán, arriado por los cinco canes que al oír el cántico de los hombres de la cornisa, empiezan a aullar de desesperación...
Por supuesto, el efecto dominó no se hace esperar y las mascotas de toda la cuadra, aúllan como si fuera Halloween.
De pronto, Felipe deja de cantar y llora desconsolado en brazos del policía.
- Ella nos separó agente ¡Ella tiene que arreglar este desastre!- susurra acongojado.
El agente evalúa la situación y se comunica con sus compañeros:
- El sujeto se desmoraliza. ¡Localicen a esa mujer! ¡Y manden algo para comer mientras esperamos!
Felipe lo mira agradecido.
Para mí sin morrones por favor - agrega con un hilo de voz.
Que sea una grande de mozzarella entonces.
En la calle, sus compañeros escuchan el diálogo  extrañados pero igual mandan al camillero a comprar lo solicitado.
El muchacho protesta pero cuando lo autorizan a comprar algo para él, parte sin chistar a la pizzería de la vuelta.
A esta altura de los acontecimientos, todos aguardan a la bruja de la psicóloga.
Como reguero de pólvora, los periodistas ya han averiguado quién es Nadia,  el pasado de Felipe y los antecedentes de Griselda Pena.
Y charla va, charla viene, llega Nadia en un taxi desvencijado quemando aceite.
Al bajar, el taxista le pide gentilmente que no golpee la puerta. Lástima por el tachero, la Licenciada está tan enojada que de un golpe, la descentra del todo.
¿Cómo puede andar con esta porquería en la calle? Yo no le pago nada - vocifera Nadia, sin importarle quién los mire.
¡Oí rechiflada! ¡No te paraba nadie por la facha de loca que tenés! encima que te traigo, desagradecida…
Nadia pasa del rosado, al rojo intenso y finalmente al verde pepino mientras pronuncia un rosario de reglas de tránsito, habilitación de vehículos y malas palabras.
Una mujer  policía  se aproxima a ellos.
¿Usted es la psicóloga  que viene a ver al  sujeto que está en la cornisa? 
Nadia asiente, y cae en la cuenta de que está allí por algo más importante que pelear con un taxista.
Sí oficial, yo me encargo - articula la profesional, y se marcha sin mirar atrás.
¿Y a mí quién me paga? – pregunta el tachero con la puerta colgando en falsa escuadra.
Nadia se apresta a cruzar la calle sin  responder, espera el paso de uncolectivo.  La  mujer policía llama a otro compañero, para que multe al taxista por el estado de su vehículo.
Mal día para el chófer y la licenciada. Él multado, y ella empapada por el colectivo que acaba de pasar a 120 km. por  hora, junto a un charco que parece un “brazo” del Riachuelo.
Sin embargo, con un último vestigio de dignidad Nadia acomoda su trajecito manchado, su cabello mojado (y con olor a cable quemado) y se encamina a salvar al ex de su paciente.